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Editorial - 1103

 


Cultura de la muerte

 

Hubo tiempos no muy lejanos en que los hombres eran caníbales.


Desde el Australopitecos de hace 4 millones de años hasta llegar al homo sapiens, hace unos 35.000 años, han pasado muchas cosas que están más allá del alcance de nuestra imaginación y de nuestra comprensión.


El 99,99% del pasado del hombre pertenece a la prehistoria, fue un período caracterizado por la ignorancia, por el dominio de los instintos, por la barbarie.

 

La historia biblica se inicia con el asesinato de Abel a manos de su hermano Cain, como si se tratara de una premonición de lo que ocurriría a lo largo de la historia humana.

 

En la actualidad vivimos en un mundo "civilizado", con leyes, normas, mandamientos; con algo de educación familiar y escolar, con información abundante y con cierta calidad de vida. El problema está en que, en el fondo, seguimos siendo animales con fuertes instintos salvajes, como nuestros ancestros prehistóricos, sólo que los instintos los tenemos "reprimidos" y "controlados" gracias a los principios y normas implantados a través de la educación. Pero los instintos siguen activos, buscando la forma de liberarse y de actuar a sus anchas. Para controlarlos, necesitamos estar alerta de forma permanente, lo cual supone mucha angustia y un gasto inmenso de energía.

 

Nos consideramos seres civilizados, pero nuestro grado de civilización es muy pobre, es sólo una capa de barniz que puede quebrarse en cualquier momento e imponerse la ley de la selva. Así lo confirma la realidad de todos los días en todas partes del mundo. Guerras, terrorismo, revoluciones, genocidios, violencia de género, etc. Estas lacras tienen su génesis y su proceso. Son la consecuencia de la naturaleza humana y del fracaso de la familia y de la escuela.

 

Cuando hablamos de ley de la selva, pensamos en la selva física en la que las fieras imponen su ley. Todos hemos visto documentales impresionantes en los que cuatro millones de ñus se ven obligados cada año a cruzan el río Mara en busca de pastos, tratando de sortear a los cocodrilos que les esperan hambrientos. En esta migración mueren cada año más de trescientos mil ñus.

 

Ahora vamos a hablar de la selva humana. En la selva humana habita el mayor depredador del mundo: el hombre. En épocas pasadas los hombres eran caníbales y se devoraban unos a otros, de la misma forma que el león devora al venado. Hoy no nos devoramos físicamente, gracias a que hemos evolucionado, pero nos devoramos económicamente, laboralmente, emocionalmente, socialmente, moralmente...

 

Hoy tenemos cierto grado de conciencia y contamos con leyes que nos imponen unos límites de convivencia, pero sigue imperando el espíritu depredador, el deseo de controlar al otro, de oprimirlo, de explotarlo, y, si es necesario humillarlo o destruirlo. 
El hombre es el mayor depredador y el más sanguinario. La ley de la selva impera en la economía, en el campo laboral, en la política, en el trabajo, en la calle, en los colegios, en las familias y en todos los campos en los que entran en juego intereses humanos. Unas veces funciona de forma brutal y otras veces de forma sofisticada. 

La ley de la selva impera también en cada ser humano. Dentro de cada persona existe una lucha entre instintos, sentimientos, temores, deseos y valores, los cuales luchan por imponerse y tomar el control de la mente. De aquí la importancia de alimentar los principios, valores, metas, ideales y proyectos importantes para que tomen el control de la mente, de lo contrario se impondrá la ley de la selva.

 

Hitler causó la Segunda Guerra Mundial, que costó la vida a casi 60 millones de personas El Holocausto, practicado de forma sistemática, es un hecho de triste recordación, que debe alertar a la humanidad, sobre hasta dónde puede llegar el ser humano, y, hasta dónde pueden llegar naciones enteras, cuando se dejan manejar por el discurso de fanáticos dementes.

 

Hace apenas unos años, 1994, se produjo la masacre conocida como "El Genocidio en Ruanda" en el que fueron exterminados más de quinientos mil hutus  con machetes, azadas, hachas, martillos... 

 

Cada día surgen grupos terroristas como los del Estado Islámico, dedicados a sembrar la muerte y el terror por todo el mundo.

 

El odio está enraizado en la mente de las personas y es ahí donde debemos combatirlo, pero también está estimulado por el discurso de personas llenas de temor, inseguridad, frustración y resentimiento, por lo cual, es necesario mejorar las condiciones de vida (educación, justicia, trabajo y bienestar) de modo que los mensajes del mal no encuentren suelo abonado en el cual germinar.

 

La historia humana es una lucha interminable, por el control del poder, entre pueblos, culturas, religiones y clases sociales.

 

En la actualidad predominan en el mercado los video juegos violentos que exaltan la cultura de la muerte. Estos videos son una incitación a la violencia, al odio y a la muerte, por lo cual, no debemos sorprendernos de la violencia que reina en la sociedad. "Quien siembra vientos cosecha tempestades" Si no se le pone reparos a esta clase de videos y si no se controla a los niños, estaremos sembrando en la mente de las personas las guerras del futuro.

 

Saca tus propias conclusiones. Recuerda que todo lo que entra en la mente, bueno o malo, queda grabado a nivel consciente y subconsciente y luego se activa e influye en la vida.


Muchas personas, cuando se dan cuenta de la realidad de la vida desean cambiar pero no pueden porque tienen muchas grabaciones negativas que se lo impiden.

 

Los seres humanos tenemos poca conciencia del alcance y de las consecuencias de lo que ocurre en el mundo y de lo que ocurre en nuestra propia vida. Nos hemos acostumbrado a la “cultura” de la muerte, de la corrupción, de la explotación, de la irresponsabilidad, de la viveza, de ése: no es mi problema... Estos son los síntomas que preceden al colapso. Si no surge esa minoría creadora que ha salvado a la humanidad a lo largo de la historia, se impondrá la Ley de Entropía que coloca a cada cosa en el lugar que le corresponde.

 

Hoy llevamos sobre nuestros hombros el peso de la historia de muchas generaciones que nos han precedido. Sus traumas y sus errores son causa de nuestros traumas y de nuestros errores; así como también, la cultura que dejaron nos ha modelado y ha hecho de nosotros lo que somos.

 

La violencia que observamos en las personas, en las familias y en la sociedad no es otra cosa que la manifestación de la violencia interna que viven las personas, y, puesto que todo se inicia en la mente, es ahí donde debemos cambiar la forma de percibir las cosas, de pensar y de sentir. No es culpando a los demás, ni dirigiendo nuestra ira contra ellos, como vamos a resolver nuestros problemas. Necesitamos aclarar la mente y reinterpretar la vida de forma constructiva.

 

La cultura de la muerte obedece a experiencias negativas grabadas en la infancia y alimentadas posteriormente a través de estímulos negativos (ideas, sentimientos y experiencias cargadas de violencia)

Estas vivencias se convierten en hábitos, en fuerzas dinámicas que controlan la mente a nivel inconsciente y hacen que la persona tienda a ser violenta de forma compulsiva. Esta tendencia manda en su vida y es poco lo que la persona puede hacer para controlar su impulso natural a la violencia, a menos de que trabaje en rectificar su estructura mental profunda.

 

De aquí la importancia de educar para la paz desde niños y de aprender a solucionar las cosas de forma civilizada, entendiendo que lo que no se resuelve a través del diálogo no se resuelve de ninguna otra forma.

 

La cultura de la muerte es una conducta instintiva que necesita ser controlada y encauzada a través de la educación en principios y valores. Los principios y valores son como el cauce que impide que el agua del río se salga de madre e inunde y destruya todo a su paso.

 

 

 
    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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